A pesar de que Cien años de soledad es considerada como la novela más conocida y mejor llevada del Gabo, me he tardado aproximadamente trece años en poder leerla.
Opinión.- Gabriel García Márquez fue un escritor y periodista colombiano. Premio Nobel de Literatura y héroe literario de muchos. Dentro de su legado se encuentra una extensa lista de libros que van desde crónica, pasando por cuentos y llegando hasta la novela, donde popularmente destaca Cien años de soledad, la obra cumbre del mítico escritor.
Sin embargo, y a pesar de que Cien años de soledad es considerada como la novela más conocida y mejor llevada del Gabo, me he tardado aproximadamente trece años en poder leerla, sorteando cualquier encuentro furtivo con la historia, evitando spoilers e incluso evitando al propio libro. ¡Pero no me malinterpreten!, García Márquez es un referente especial para mí, lo considero uno de mis autores favoritos. No obstante, a los 12 años tuve un acercamiento pasajero con su obra, para ser específica con su máxima obra (o eso dicen).
Debo ser honesta, creo que a los 12 años no tenía la madurez para tomar una historia como Cien años de Soledad y leerla de un tirón. O bueno, ni siquiera para leerla. La leyenda cuenta que no solo dejé el libro apenas lo inicié, sino que además lo perdí. Pero es a raíz de las recomendaciones de amigos y colegas, que este año lo tomé como resolución y el resultado ha sido positivo. ¡Por fin!
Ahora bien, ¿qué es lo más importante sobre esta historia y por qué yo, que me tardé tantísimo en leerla, te la estoy recomendando?
La respuesta es fácil: “Es una historia mágica, pero llena de simplezas”. Los que hemos leído el libro, o incluso aquellos que conocen la trama a grandes rasgos, sabemos que durante su desarrollo García Márquez creó la famosa genealogía de la familia Buendía, a través de la cual llevará al lector a descubrir un mundo mítico que va desde el asentamiento en Macondo, descubriendo cómo transcurren diversas historias, hasta que al final convergen en una sola.
Y es aquí donde entra el personaje más emblemático de la lectura, el pilar de la familia, y quizás el menos reconocido popularmente: Úrsula Iguarán. Para mí, la matriarca de los Buendía. Sin tratar de hablar más de lo debido sobre esta historia, es mi deber agradecer a Úrsula —sí, agradecerle— por haber resistido tanto, por haber amado tanto, por haber roto sus propios paradigmas y seguir luchando, por ser ella a pesar de tanta oscuridad.
Y es que a pesar de tantos nombres —es una familia grande—, y a pesar de tantas historias, es ella la que capta mi entera atención. Y es esa cotidianidad que le aplica a las cosas lo que me hace incluso recordar a mi abuela materna, a las mujeres que luchan y vencen el tedio de sus propias familias tristes. Porque sí, para mí los Buendía son una familia triste, ya me entenderá el lector cuando los conozca.
En cuanto a la lectura misma, la considero fácil en relación con la sencillez del lenguaje, pero compleja por sus personajes y el desarrollo de cada una de las historias. Es un libro que debe leerse a conciencia, disfrutable, pero no de aquellos que se leen de una sentada, o en un fin de semana aburrido. Considero a Cien años de soledad un libro para alguien que en serio quiera meterse entre sus páginas y encontrarle un sentido a la historia, porque de lo contrario les pasará igual que a mi hace trece años.
A pesar de haber disfrutado mucho las semanas que pasé entre sus páginas, Cien años de soledad, para mí, no logra meterse al top de mejores libros del Gabo. Creo que la razón fundamental es que no sentí empatía por la historia en sí: me duele admitirlo, pero no me la creí. García Márquez fue un exponente maravilloso de la literatura latinoamericana; sin embargo, me vi dentro de historias de personajes planos, o con historias que pudieron ser mejores, pero se les dio un término fatal. No obstante, recomiendo su lectura, ya que considero que gran parte del mundo literario de García Márquez gira en torno a Macondo y a ciertos personajes: por ende, es una lectura necesaria.
Puntuación: 3/5
VoxBox.-