Opinión.- La escritura se ha considerado siempre un ejercicio reservado a unos cuantos “iluminados” en la historia de la humanidad. Y aunque su uso haya incrementado notablemente en la era del Internet, la mayoría de veces la usamos solo con fines prácticos: escribir un tuit, un estado en Facebook o un mensaje por WhatsApp.

Pero ¿tiene algún beneficio escribir para uno mismo? ¿Escribir por escribir? ¿Por el simple desahogo personal? ¿Por placer?

En los últimos meses han circulado reseñas sobre una práctica que al parecer es común entre personas de muy distintos ámbitos: actores, empresarios, periodistas y otros.

El hábito es sencillo: poco después de despertar por la mañana, tomar lápiz y papel y escribir hasta completar cerca de tres páginas, lo cual equivale más o menos a 750 palabras, mismas que se completan en un promedio de media hora. Escribir lo primero que venga a la mente. Escribir sin censura. Escribir sin pensar que alguien más va a leer el resultado final. Escribir y ya.

¿Por qué algo tan simple puede tener tanta importancia? La respuesta puede ser variada. Podríamos decir que, como otros hábitos, este enseña también el valor de la disciplina y la constancia.

De acuerdo con quienes hacen esto que se ha dado en llamar Páginas matutinas es que, de inicio, escribir conlleva la cualidad de la conexión. Como han descubierto muchos escritores en la historia de la literatura, paradójicamente escribir sin rumbo definido casi siempre conduce a algún lugar. Podemos comenzar con un recuerdo, con el sueño que tuvimos la noche que recién terminó, con una idea que quisiéramos desarrollar e incluso con algún pendiente del día. Si continuamos sin reservas, movidos únicamente por el impulso de escribir, con toda seguridad terminaremos en un punto que aunque no imaginábamos, de algún modo ya conocíamos.

Por otro lado, escribir de la nada, llenar una página en blanco con lo primero que se nos ocurra, también nos enseña al menos dos cosas: una, nuestros propios límites. ¿Qué podemos decir? ¿De qué manera lo hacemos? ¿Con cuánta dificultad? En segundo lugar, también nos hace escuchar a nuestro crítico interior. Todos tenemos esa voz que nos señala nuestros errores, a veces con severidad excesiva. Conocer a ese juez pequeño pero terrible también es importante para nuestro desarrollo personal, pues no pocas veces es el orquestador del autosabotaje en que incurrimos.

Finalmente, y aunque no es menor, la escritura también tiene efectos positivos en aspectos específicos de nuestra salud física y mental, pues puede contribuir a reducir las nocivas consecuencias del estrés y mejorar la memoria, por ejemplo.

Y si todo esto resultara ser una mentira, ¿qué tienes que perder? ¡Intentálo y cuéntanos los resultados!

VoxBox.-

Por Ricardo Corea

A los locos no nos quedan las biografías, diría Roque Dalton. A veces escribo sobre literatura.

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