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Mi blasfemia mental continuó cuando pensé en Jesús de Nazareth. En el del Nuevo Testamento, no en el rubio, de ojos azules de “Jesucristo Súper Estrella”.

Opinión.- Cuando me pidieron que escribiera algo para este sitio, me dije que tenía que escoger un tema que uniera a las personas, algo que reconciliara a chicos y grandes, algo sobre lo que uno pudiera hablar un viernes por la noche con gente a quienes conoció ese mismo día. La inspiración me llegó en el supermercado. Ahí estaba pegado un cartel de una capilla ubicada en una colonia bien de San Salvador. En él, invitaban a los feligreses a reunirse para rezar y pedir por “sacerdotes santos”. ¡Ese era el tema que necesitaba! ¡Religión!

Fui criado católico, de niño alguna vez dije que quería ser sacerdote, fui a un colegio y a una universidad católica, hice mi primera comunión, mi confirmación y me dieron los santos óleos. Espero que esas credenciales me faculten para dar mi opinión, aun sin ser santo, ni querer viajar a Roma y/o ver al Papa.

Ahí estaba yo viendo el cartel. Mi primera reacción fue preguntarme “¿me dejarán pegar aquí publicidad para nuestras obras de teatro?”, luego deseé tener una cámara fotográfica y, después, me resigné a seguir mi vida, abrí una bolsita de maní y seguí caminando, pensando que antes de pensar en sacerdotes santos, podríamos perseguir metas menos ambiciosas. Algo como sacerdotes humanos con autocontrol, con un sano y genuino interés en el prójimo o con un verdadero compromiso con la justicia que los lleve a denunciar los abusos de sus otros compañeros. Sí, usé la expresión “sus otros compañeros” porque no todos los sacerdotes son malos y porque esas excepciones a la regla son muy raras y porque, como bien sé, “el enemigo” se vale de varios recursos para atacar la fe (¿ya les dije que vengo de un hogar católico?).

Mi blasfemia mental continuó cuando pensé en Jesús de Nazareth. En el del Nuevo Testamento, no en el rubio, de ojos azules de “Jesucristo superestrella” (aunque una pariente mía crea que sí era así porque “era otra época”). Me pregunté por qué causa tanto malestar el simple hecho de plantearse que él pudiera haber sido un humano común y corriente. Sí. Sé que la explicación a priori es el dogma religioso y que comer del fruto del bien y del mal y empezar a cuestionarse las cosas nos sacó del paraíso. Dejando de lado que cargamos con el pecado original y que pocas veces alguien se pregunta cómo se sentía Caín al ser constantemente ignorado, ¿por qué molesta tanto siquiera pensar que Jesús pudo no haber sido parte de una triada y quizá hasta tener una esposa, como era lo socialmente aceptado entre los judíos de la época?

Si algo nos han enseñado “Jupiter ascending” y la serie “Divergente” es que ser “la elegida” no es redituable. No hay nada atractivo en estar “predestinado” a ser grande. El público conecta más con una “Katniss Everdeen” (de piel morena en los libros) que, pese a las circunstancias, sigue manteniendo su humanidad y lucha contra la adversidad para salir adelante. Conecta más con una “Simplemente María” que de campesina pasa a ser la dueña de una casa de modas o con una “Gaviota” que de recolectora pasa a ser representante de la Organización Mundial del Café.

Haciendo un símil con estos importantes ejemplos, ¿No se vuelve más inspirador que Jesús haya sido capaz de enseñar desde su realidad? ¿No nos inspiraría más que un ser común y corriente pudiera haber inspirado a tantos, que los pudiera haber hecho reflexionar sobre la avaricia en los templos, los juicios a priori de mujeres adúlteras, que hubiera sido capaz de ver a las personas, más allá de los estigmas y prejuicios sociales?

Aquí ya me respondo a mí mismo. Por supuesto que entiendo que un individuo así, que inspira a cuestionar el poder y a rebelarse contra el status quo, no le conviene a una institución que necesita adeptos urgentemente para darle mantenimiento a las pinturas Renacentistas que tiene en su haber. Inspirar a los individuos a buscar transformaciones reales puede llegar a convertirse en una amenaza. A veces se hace más conveniente esperar que las zarzas vuelvan a hablarnos, calmar nuestras conciencias con alguna limosnita, ropa usada, ayunos “solidarios” y buenas intenciones. Después de todo, ya aprendimos una vez que cuestionar las cosas es obra de la serpiente.

Si usted llega aquí y es compañera de la iglesia de mi madre, por favor no se lo eche en cara. Ella ha intentado llevarme de nuevo al redil, pero recuerde que “la salvación es personal”, así que yo tendré que lidiar con estas cosas cuando luche por ser uno de los 44,000 en el día del arrebatamiento.

VoxBox.-

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