Nosotras también somos parte del sexismo. Lo somos y lo queremos implementar en otras personas.

Opinión.- Contexto: Debo decir primero que la mayoría de personas cree que yo soy militante del movimiento feminista de mi país. No es así. Solo he defendido de la manera que me ha parecido correcta mis derechos y los derechos de otras mujeres (empezando por las de mi entorno: familiares, amigas, compañeras de trabajo). Creo que la educación recibida, sumada a la experiencia personal, me han dado una idea bastante depurada de lo que es justo.

Aunque muchas feministas me lo han repetido, creo que el feminismo no debería combatir solo el machismo, ese machismo arraigado culturalmente que tanto daño nos ha hecho a todas, sino que también debería combatir el sexismo. Ahí es donde las feministas empiezan a verme con sospecha y con los ojitos entrecerrados, como con desconfianza.

Lo siento, amo a los hombres. No a todos, eso sí, pero entre algunos que amo hay machistas. Es imposible encontrar un hombre no machista. Sospecho que mi jefe tiene algo de razón al decir que ser machista no solo es una cuestión social, sino también biológica… aunque esa discusión la tendremos otro día.

El asunto es que me ha chocado siempre (SIEMPRE) esa lucha desmedida y eliminadora de algunas feministas contra los hombres. Sépanlo, los hombres no son los enemigos. La ignorancia, sí.

En medio de la ignorancia de los hombres, también está nuestra ignorancia, la femenina. Por ejemplo, una vez alguien me explicaba la importancia del lenguaje inclusivo y la necesidad de decir “todos y todas”, “niños y niñas” y así una larga lista de repeticiones en función de mencionar a las mujeres. Perdónenme. Perdóname dios judeocristiano, pero yo no creo que sea necesario llegar a los extremos de “versionar” algunas palabras en masculino y pasarlas en femenino, luchar por derechos femeninos y terminar, como mujeres, haciendo uso de sistemas de opresión masculinas con ellos y con otras mujeres. Ejemplo concreto, tuve una compañera, tenía un carro… un escarabajo, lindo, precioso, al que había bautizado como la carrita. Al comentarle que nunca he comprendido esa tendencia de algunas feministas de hacer femenino todo, me dijo que yo no era una buena mujer, que no visibilizaba nuestra lucha. Claro, yo era la mala mujer, la incoherente, la que tiene falta de compromiso con una lucha. Ella trataba a su pareja, otra feminista, con violencia emocional, limitándola de relaciones de amistad por sus celos y controlando incluso sus entradas económicas.

¿Es importante decir carrita, niños (en el caso de que hayan infantes de ambos géneros), hormigo?  Nosotras también somos sexistas. Lo somos y lo queremos implementar en otras personas.

Estoy clara en que se nos debe, a las mujeres, inclusión en muchos ámbitos. Ya les he contado que he sufrido discriminación por mi género, mis amigas también han enfrentado eso, pero reconozco que poco a poco hemos obtenido espacios de desarrollo en lo intelectual, laboral y social. Hace apenas 30 años yo no podría haber tenido el trabajo que tengo.

Es momento de analizar las diferencias y celebrarlas… yo celebro por ejemplo la habilidad de mi esposo, quien se encarga de lavar y planchar la ropa de ambos. Él celebra mi habilidad para cocinar y hacer reparaciones múltiples (fontanería, carpintería y albañilería). ¿Acaso nuestras habilidades se dan por el género? No lo sé… odio planchar y amo la ebanistería. Ajá, soy mujer heterosexual y me hago la manicura mientras termino de escribir este artículo.

No creo en el sexismo, es algo que se debe combatir. Me gusta la idea de la inclusión, media vez esa inclusión no invada lo masculino. Reivindicarnos a nosotras no debería pasar por eliminarlos a ellos y eso, incluso en el lenguaje.

VoxBox.-

Por Karla Rauda

Escritora amateur, planificadora compulsiva, dueña de dos gatos, madre a posteriori, abuela rockera. Un poco cínica, un poco distraída.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.