Opinión.- Tal y como los creadores de la producción lo prometieron, el guion de la serie animada Castlevania bebió mucho de la historia que se nos presenta en aquel memorable videojuego que tanto disfrutamos en nuestra infancia: Castlevania III: Dracula’s Curse.

La premisa inicial en Castlevania es que un mundo intolerante, cerrado y radical suele empujarnos a la venganza, y que si el amor y la venganza se fusionan nos creará una voluntad férrea para hacer lo que sea, lo cual nos hace recordar aquella —ahora tan gastada por nuestra generación— frase de Nietzsche: “Todo lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal”.

Es decir, de entrada tenemos a un personaje (¿antihéroe o villano?) que siente la necesidad de redimirse, que al conocer el amor comprendió el tamaño de su soledad, pero que la fatalidad del sino le impide seguir el camino del bien. Su momento de ser radical es ahora y la intolerancia del mundo no será nada en comparación con su odio y sed de venganza. Su maldad está justificada, pero será el espectador quien decidirá en torno al dilema moral.

Ni ordinaria ni extraordinaria, esta serie al menos promete saldar una deuda con la fantasía de quienes en las últimas dos décadas del siglo pasado hubieran querido ver una adaptación de esta clase. No sé si es experimento social de la compañía Netflix, pero retomar historias de aquellas consolas de videojuegos podría ser un mercado nuevo, algo que millones de adultos de este tiempo agradeceríamos. Habrá que esperar qué es lo que ocurrirá.

Con libreto de Warren Ellis y la dirección de Sam Deats, lograron una animación decente, con ciertos aires de steampunk, un buen trabajo expresivo en la animación de algunos personajes, pero nos quedó debiendo un poco más de acción, dada su prolongación de algunas escenas que supongo pretendían imprimirle dramatismo. Eso no es negativo, por supuesto, pero estoy seguro que más de alguno esperará que la animación lo haga brincar del asiento.

La franquicia completa de Castlevania es dueña de una extraordinaria banda sonora, por lo cual sorprende que en esta producción no hubieran aprovechado nada de ella. Sin embargo, aunque podría haber sido mejor, la ambientación musical tiene sus propios méritos, al menos en cuanto a coherencia de lo que nos presenta. Eso hay que destacarlo.

El manejo de intriga en episodio tras episodio hace que uno desee ver más. El famoso efecto cliffhanger siempre funciona. Lo malo de una serie como esta, que tiene toda una exitosa franquicia tras de sí, es que tendrá una larga sombra que hará que no a todos les pueda cubrir sus expectativas. Esa clase de opiniones se dejarán ver en los próximos días y no es una modesta opinión: es casi evidente.

Por otra parte, por momentos sentí que los personajes eran demasiado arquetípicos, cuando ya se sabe (después de 41 entregas de Castlevania) que existe un universo de posibilidades con los que podían dar para más. Trevor Belmont, por ejemplo, es cínico y desenfadado, con lo que le da un toque de humor a una trama con toques góticos y oscuros, pero nos hace sentir que metieron a un personaje posmoderno en una serie llena de gente radical de la Edad Media.

Y sin embargo, Belmont también despertará al llamado del héroe, con esta memorable frase dicha por el oráculo anciano: “Morir no es lo que nos asusta, sino vivir sin haber hecho lo mejor posible”. El viaje del héroe ha comenzado. Esperamos que la siguiente temporada tenga algo más por ofrecer.

VoxBox.-

Por Edwin González

Dedicado a oficios y emprendimientos inútiles. Síndrome de Fausto. Escribo porque sí, por las dudas y por compulsión.

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