Okja, la película de Netflix que se presentó en el Festival de Cannes y causó polémica porque es la apuesta que podría cambiar las reglas del buró cinematográfico, se estrenó hoy y nos trae muchas sorpresas.

Cine.- Si Okja hubiera ganado la Palma de Oro quizá no habría cambiado nuestra manera de percibir el cine de forma inmediata, pero sí hubiera puesto en el centro del debate todo eso del proceso que conocemos: ¿qué va primero: la pantalla chica o la pantalla grande? No olvidemos que los primeros minutos de fama de este largometraje ocurrieron gracias a una polémica en el famoso festival francés.

Pero antes de continuar quiero advertirle que este post no tiene spoilers (bueno sí, solo uno demasiado pequeño y que casi no cuenta, además que lo pondré hasta el final), por lo que puede leer esta breve reflexión con tranquilidad.

En fin…

La premisa es que la nueva directora de una vieja fábrica quiere ofrecer por fin la solución al problema de la inevitable crisis alimentaria, por lo que propone que la mejor solución es la crianza de supercerdos, los cuales comen poco, generan poco impacto en el medio ambiente, e incluso generan poquísimas excreciones, si reparamos en su tamaño. Es decir, en términos utópicos representan algo así como la fórmula perfecta que las empresas multimillonarias de alimentos quisieran encontrar para solucionar de una vez por todas un problema latente en la humanidad.

Okja es una supercerda que se ha criado con Mija y su abuelo, una niña surcoreana que ha crecido en una preciosa campiña, en un entorno totalmente rural y prácticamente alejado del resto de la sociedad. A nivel de paisaje podríamos incluso considerarlo paradisíaco.

Un dilema interesante está planteado, ya que la película nos pone en perspectiva la cuestión ética y moral de solucionar un problema de nuestra especie (la crisis alimentaria que está matando a miles de seres humanos cada día) versus el maltrato animal. ¿Debemos seguir perpetuando la especie a costa de la aniquilación del resto? ¿No será que de todos modos nos estamos llevando el planeta de paso y solo estamos prolongando lo inevitable? Estas preguntas, por supuesto, dan para miles de palabras. Usted, estimado lector, tendrá la opinión más pertinente al respecto.

Por otra parte, la película tiene un excelente ritmo visual, aunque atípico en el cine acostumbrado de la década pasada. En los momentos de tranquilidad hay una lentitud dramática que dan ganas de estar allí y respirar, mientras se escuchan los sonidos naturales con una verosimilitud extraordinaria, gracias a los efectos que provoca un bien trabajado sonido envolvente. Si llega a las salas de cine, eso será un plus en sí mismo.

Asimismo, cuando requiere de acción lo hace con la intensidad suficiente, que hace que uno no quiera perderse los detalles, porque la tensión trae pequeñas dosis mezcladas de vértigo, curiosidad, asombro e intriga. Todo lo anterior sin dejar de lado pequeñísimos tintes de humor, los cuales le dan gracia y naturalidad a la historia. Y además, están los momentos conmovedores, lo cual indica que es esa clase de películas que quieren ofrecer un poco para todos.

Okja es el clásico recurso del monstruo gigante amigable, al que de forma injusta arrancamos de su entorno, porque resulta que es un ser clave para satisfacer una necesidad humana, lo cual permite al espectador reflexionar sobre si podemos seguir siendo así de injustos. Los cerdos son reconocidos por ser animales muy inteligentes, por lo que no debe sorprenderse ni piense que la película exagera, cuando se dé la oportunidad de ver ciertas reacciones en momentos claves de la película.

Y bueno, visto así, los más radicales podrían acusar a Netflix de haber creado una película de izquierdas, o que hay una agenda para concientizar sobre nuestra cultura alimenticia. Pero en el espectro radical también es el espectador quien tendrá que escoger: usted, estimado lector, tiene la última palabra.

Pero lo que sí es evidente es que la película quiere que veamos eso que siempre estamos ignorando, porque suelen resultarnos más importante millones de otras cosas: ¿cuál es nuestra relación con los animales? Y no, no me diga que no es la única película que lo hace y que no hay gracia y novedad en eso, porque eso sería desviar el punto. La reflexión sigue ahí, esperando a que pongamos un poco más de voluntad para cambiar las cosas.

Es una película recomendable, con una clasificación para mayores de 16 años. ¿Y el spoiler? Bueno, no lo necesitará, pero por si usted es de las personas que se salta los créditos en Netflix, tenga un poco de paciencia: esta película tiene escena poscréditos.

VoxBox.-

Por Edwin González

Dedicado a oficios y emprendimientos inútiles. Síndrome de Fausto. Escribo porque sí, por las dudas y por compulsión.

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