Recientemente Netflix dio a conocer a su público la serie Ingobernable, una producción propia dirigida por Epigmenio Ibarra. Aquí algunas consideraciones.

Opinión.- Recientemente Netflix dio a conocer a su público la serie Ingobernable, una producción propia dirigida por Epigmenio Ibarra.

La serie cuenta cómo la primera dama de México Emilia Urquiza (Kate del Castillo) termina siendo prófuga de la justicia de su propio país por, presuntamente, asesinar al presidente Diego Navas (Eryk Hayser). La crítica la ha catalogado como un melodrama político y algunos se han centrado en la infértil cuestión de si se trata de una novela o de una serie. Yo soy de la opinión de que no me importa cómo quieran llamarle a nada, siempre y cuando cuente una buena historia y lo cuente bien.

Como cualquier otro producto, la serie tiene fortalezas y debilidades. Quisiera mencionar un poco de ambas.

CONTIENE SPOILERS

El ingobernable reflejo de la realidad

Nunca antes vi actuar a Kate del Castillo, aunque me han recomendado que vea La reina del sur. Aún no lo he hecho. Tampoco me siento con la capacidad suficiente para determinar si es o no una buena actriz, pero lo que sí puedo decir es que tiene carácter. Emilia Urquiza se ve acorralada en medio de un complot político/militar que involucra torturas, asesinatos y crimen organizado. Y a pesar de eso logra siempre dominar la situación, sin necesariamente convertirse en una heroína. Eso es un punto a favor de ella.

Por otro lado, habría que valorar el contenido altamente político de la serie. No nos confundamos: la serie no es un documental, ni tiene la obligación de ser un fiel reflejo de la realidad mexicana. Tampoco estamos ante un trabajo periodístico que pondere como principal valor la veracidad y la objetividad.

Sin embargo, Ibarra logra crear un universo que toca ciertos puntos todavía muy sensibles en el imaginario mexicano y, aún me atrevería a decir, latinoamericano: los poderosos tentáculos de la mafia, la complicidad y pasividad política, los asesinatos que comete el Estado, el despreocupado actuar de las fuerzas militares y un largo etcétera.

El drama personal —pasional, incluso— creo que está bastante bien utilizado: no aburre, no harta, no es excesivo. No tiene desperdicio.

Los finales de cada capítulo también resultan bastante interesantes, debo agregar.

Flashbacks e incoherencias

Ya sé que hace unos párrafos elogié la fortaleza de Kate, pero debería hacer acá un paréntesis, que no tiene tanto que ver con cómo actuó, sino con cómo estaba escrito el guion: en ningún momento se nos explica cómo es que una primera dama, que además es hija de un millonario empresario, sabe usar con tanta destreza las armas y escabullirse por casi toda la temporada de las poderosas —y mejor entrenadas— garras de los militares. Me pareció que ese fue un descuido en cuanto a la lógica de todo el universo creado.

Creo también que se abusó de los flashbacks. Gracias a ellos pudimos conocer mucho más y mejor el contexto, pero hubo un par de ocasiones en los que me pareció que fueron innecesarios. Aquí también debo de mencionar que me hartaron bastante esas escenas en las que los personajes se quedaban viendo al vacío, recordando algún momento en particular. Creo que hay mejores formas de hacer esos saltos hacia el pasado.

Algunas actuaciones me parecieron francamente malas —vaya, más propias de una telenovela de Televisa que de una serie de Netflix—, como la del guardaespalda cubano de Tomás Urquiza.

En resumen: ¿la recomendaría? Sí. No una serie que se vaya a perfilar como “de culto”, ni creo que sea el mejor trabajo de don Epigmenio —o de Argos—, pero creo que merece la pena.

VoxBox.-

Por Ricardo Corea

A los locos no nos quedan las biografías, diría Roque Dalton. A veces escribo sobre literatura.

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