Opinión.- Todos tenemos un ser querido que nos dejó esa semillita para que nos dediquemos a lo que ahora nos dedicamos, dice Javier Méndez Lafón. Y sabe de lo que habla: cuando tenía 8 años le ayudaba a su abuelo en su taller de carpintería y juntos hacían casas. Casas de madera, en miniatura. Su abuelo fue ese ser querido que sembró esa semilla.

Aquel pasatiempo se convertiría —años después— en una idea más grande: un cortometraje animado que rescata la melancolía de aquellos años, la cercanía con el abuelo y la forma en la que aprendió a construir poco a poco (que es, al fin y al cabo, como se construyen las grandes obras).

Javier Méndez Lafón estudió animación y arte digital en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Tuvo la oportunidad de comenzar su carrera profesional como parte del equipo del largometraje de Ana —el primer Largometraje realizado en México— y luego estuvo involucrado en la película de Huevocartoon, Un gallo con muchos huevos. Fue ahí donde comenzó a realizar el cortometraje Hogar de mis recuerdos.

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“Estuvo padre —asegura Méndez—, porque conocimos a los 150 artistas que pasaron por ahí. Fue cuando les platiqué la idea de este proyecto. Muchos me apoyaron. En las horas libres trabajamos de vez en cuando en el cortometraje”.

Javier lleva cuatro años metido de lleno en ese proyecto, su primero como director. Pero el camino es difícil, cuesta arriba desde donde se quiera ver. Se requiere de muchos artistas, mucho trabajo y mucho dinero. Sobre todo dinero.

¿Cómo se consigue el dinero para un proyecto así?

Méndez asegura que es un trabajo durísimo, que es casi imposible. “La gente ve los cortos y no ve forma de hacer negocio”, afirma.

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La solución que encontró entonces fue Kickstarter, una plataforma de financiamiento para proyectos creativos de todo tipo: desde películas, juegos y música, hasta arte, diseño y tecnología.

La plataforma funciona así: el creador de cada proyecto fija una meta y un plazo de financiamiento. Si a la gente le gusta el proyecto, puede contribuir con dinero para hacerlo realidad. Si el proyecto alcanza su meta de financiamiento, se realizará el cargo a las tarjetas de crédito de los patrocinadores cuando finalice el plazo. El financiamiento en Kickstarter es: “Todo o nada”; es decir, si el proyecto no alcanza su meta de financiamiento en el plazo determinado, no se realiza ningún cargo.

Si el proyecto se financia con éxito, Kickstarter deduce una comisión del 5 % de los fondos recaudados.

Javier lo explica así: “Estás pagando un boleto para una función y eres parte de ella. Es la parte más padre de esto, porque tomas en cuenta al público para llevarlo a cabo. Hay personas que nos han apoyado desde Rusia, Inglaterra, la India, eso lo vuelve enriquecedor”.

Javier habla de su proyecto con la misma devoción que un padre narraría las primeras palabras de su hijo. Cree firmemente que su cortometraje podría ser un éxito, porque el mensaje es universal: trascender a través del recuerdo. La vital importancia de no olvidar las enseñanzas de nuestros abuelos, a pesar de que el mundo haya cambiado tanto (o quizás precisamente porque ha cambiado tanto).

Pero Hogar de mis recuerdos, el primogénito, no se proyecta como el único. Al preguntarle a Javier qué vendrá después, responde sin titubear que, una vez terminado (espera que esté listo en octubre de 2017), planea llevarlo a festivales y presentarlo en la mayor cantidad de escenarios posibles.

Y luego vendrá el sueño de crear un estudio de animación.

Hacer cosas distintas, contar otras historias, desde otras perspectivas. Dejar de ver la animación como mero entretenimiento comercial y apreciarlo como una poderosa pero sutil forma de comunicar valores, verdades y alegrías. Algo que le vendría bastante bien recordar al mundo, en especial a América Latina.

¿Hay alguna forma de ayudar? Sí, tú puedes patrocinar este proyecto desde un dólar en adelante y ser parte de este hogar, que de seguro nos dará muchas gratificaciones. Puedes entrar a la página del proyecto haciendo click aquí.

VoxBox.-

Por Ricardo Corea

A los locos no nos quedan las biografías, diría Roque Dalton. A veces escribo sobre literatura.

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