Opinión.- Siempre que me dicen calendarios vienen a mi mente tres tipos: los sobrios, donde no acompañan imágenes y se limitan a decir qué día del año es; los que muestran imágenes diversas como paisajes, bellos animales u obras de arte, y están los que muestran las fotografías de mujeres despampanantes semidesnudas.

Algo está cambiando. La belleza ya no solo está relegada a esas fotografías donde se ve poca ropa y retoques de Photoshop, dejando a la vista de todos un estereotipo que hace la envidia del resto de mortales. Algo está cambiando, y es bueno.

Peter Lindbergh es el fotógrafo que se ha encargado por tercer año consecutivo de mostrarnos la belleza femenina desde otro ángulo, en el Calendario Pirelli. En esta edición de 2017, la apología a la sexualización femenina con kilos de maquillaje, poses forzadas y alguna que otra boquita besando sugestivamente al aire se han ido.

En los últimos años, el calendario Pirelli ha demostrado que otra feminidad es posible y que si hablamos de las mujeres más sensuales de la faz de la Tierra resulta imposible adoptar una actitud limitada, porque son muchos los atributos (físicos o no) que las hacen bellas.

Entonces aparece esa arruga que surca la comisura de los labios cuando sonríe, hablamos de su extenso conocimiento sobre una materia, hablamos de ese deje inconsciente que acompaña sus palabras, hablamos de su afán por viajar para mamar de otras culturas. Sí, nos muestra un todo que va más allá de un cuerpo escultural y de un rostro bonito.

Por eso Lindbergh sigue apostando por la expresión más purista de la belleza. “En una época en que a las mujeres se las representa en los medios como embajadoras de la belleza y la perfección, he pensado que era importante recordarle al mundo que existe una belleza diferente, más real y auténtica, no manipulada por la publicidad ni por nada. Una belleza que nos habla de individualidad, del coraje de ser una misma y de la sensibilidad”.

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Nos habla de ese surco que emana de la felicidad, de un intelecto sobrecogedor o de ese deje inconsciente. En definitiva, de una belleza franca.

Encontramos así a actrices como Nicole Kidman, Julianne More, Penélope Cruz, pero también a Helen Mirren, Lupita Nyong’o, Charlotte Rampling, Lea Seydoux, Uma Thurman, Alicia Vikander, Kate Winslet, Robin Wright y Zhang Ziyi, sin artificio ni retoque. Una incorporación ha redondeado esta lista, a petición del maestro alemán, la cual por cierto reafirma todo lo anterior: Anastasia Ignatova, profesora de Teoría Política en la Universidad de Relaciones Internacionales de Moscow. Casi nada.

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Todas aparecen mirando fijamente a la cámara y sin miedo a someterse al escrutinio del zoom. “El objetivo –explica Lindbergh– consistía en retratar a las mujeres de una forma diferente, y es lo que he hecho reuniendo a actrices que han jugado un papel importante en mi vida, y fotografiándolas acercándome todo lo posible a ellas. Como artista siento la responsabilidad de liberar a las mujeres de la idea de la eterna juventud y de la perfección. El ideal de belleza perfecta que promueve la sociedad es un objetivo inalcanzable”. Y pocas cosas hay más bellas que las que surgen de lo cotidiano.

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VoxBox.-

Por Karla Rauda

Escritora amateur, planificadora compulsiva, dueña de dos gatos, madre a posteriori, abuela rockera. Un poco cínica, un poco distraída.

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